El abono, clave de los altos rendimientos

Las prácticas tradicionales

Durante mucho tiempo se creyó que las plantas se alimentaban de la materia orgánica contenida en el suelo. Por ello, el mantenimiento de la tierra consistía simplemente en reincorporarle los residuos de las cosechas y todos los residuos orgánicos procedentes de hombres y animales. Las labores destinadas a aprovechar la fermentación de residuos vegetales, la utilización de abonos compuestos, de estiércol (fermentación anaerobia de la paja en medio de deyecciones animales y humanas), la práctica del barbecho (el suelo que se deja en reposo un año cada dos), etc., eran conocidas ya desde la Antigüedad. En 1840, el químico alemán Liebig descubrió el principio de la alimentación mineral de las plantas: los vegetales se alimentan de los elementos minerales que contiene el estiércol, una vez que éste ha sido mineralizado por la flora microbiana del suelo: había nacido la idea de mantener y reforzar la fertilidad de los suelos por medio de aportaciones de productos minerales.

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