El cono sur

ARGENTINA

Crepúsculo, óleo de Juan Manuel Blanes. La cría y el mantenimiento del ganado constituía la base de la subsistencia de estos hombres de la llanura, excelentes jinetes de vida casi trashumante; con una débil organización social, rechazaban todo tipo de autoridad. Por ello los distintos gobiernos argentinos dirigieron expediciones militares contra ellos en diversas ocasiones.

Los primeros conflictos

Los treinta primeros años de la Argentina libre, después de la independencia en 1816 de las Provincias Unidas del Río de la Plata, son agitados. Están caracterizados por el conflicto existente entre partidarios del sistema federal, basado en caudillos locales, y los defensores de un régimen centralizado en Buenos Aires (a quienes se les daba el nombre de unitarios). En 1829, toma el poder un caudillo, Juan Manuel Rosas (1793-1877), descendiente de la antigua nobleza española. Este asombroso personaje, cuyas proezas de jinete causaban admiración a los mismos gauchos, «reinó» durante treinta y dos años sobre Argentina apoyándose en la fuerza y en el temor. Era federalista y había organizado una poderosa policía secreta que espiaba a los unitarios y le afirmaba en el poder: los prisioneros eran torturados con refinamiento, los jefes rebeldes eran decapitados y sus cabezas colgadas a las puertas de las ciudades, etc. Sin embargo, no debe considerarse a Rosas como un simple tirano y nada más, ya que, indudablemente, parte de esa tiranía era necesaria tanto para restablecer el orden como para someter a los caudillos locales e, incluso, para enfrentarse con los extranjeros (Francia bloqueó el Río de la Plata en 1838 y, por segunda vez, junto con Gran Bretaña, en 1845). La labor de Rosas fue positiva en ciertos aspectos: Ley de Aduanas, abolición de la trata de esclavos, fundación de la Casa de la Moneda, etc. Sin embargo, la causa rosista tuvo fuertes adversarios (José María Paz, hecho prisionero, y el general Lavalle asesinado en Jujuy) que lograron, al fin, la caída del dictador: el 3 de febrero de 1852, el general Justo José Urquiza lo venció en Caseros y, tras derrocar su gobierno, proclamó una nueva Constitución.

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