El hogar feliz (J. M. Barrie)
Una consecuencia importante de la escaramuza de la laguna fue que los pieles rojas se hicieron sus amigos. Peter había salvado a Tigridia de un horrible destino y ahora no había nada que sus bravos y ella no estuvieran dispuestos a hacer por él. Se pasaban toda la noche sentados arriba, vigilando la casa subterránea y esperando el gran ataque de los piratas que evidentemente ya no podía tardar mucho en producirse. Incluso de día rondaban por ahí, fumando la pipa de la paz y con el aire más amistoso del mundo.
Llamaban a Peter el Gran Padre Blanco y se postraban ante él y esto le gustaba muchísimo, por lo que realmente no le hacía ningún bien.
-El Gran Padre Blanco -les decía con aires de grandeza, mientras se arrastraban a sus pies-, se alegra de ver que los guerreros piccaninnis protegen su tienda de los piratas.
-Yo Tigridia -replicaba la hermosa muchacha-. Peter Pan salvarme, yo buena amiga suya. Yo no dejar que piratas hacerle daño.
Era demasiado bonito para...
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