El Japón

EL FIN DEL RÉGIMEN SHOGUNAI

Dificultades del régimen

• Grietas del edificio social. Los shogun de la familia de los Tokugawa no son –en conjunto– personalidades políticas de primera magnitud. Dejan las tareas de gobierno en manos del bakufu. Pese a las apariencias, el régimen bajo el que viven los japoneses adolece de un equilibrio precario. Sólo se sostiene por el poder de la policía y por la severidad de los castigos que acechan a quienes no respetan las leyes y las barreras (la circulación está rigurosamente reglamentada, los caminos importantes –como el famoso Tokaido– se vigilan de día y se cierran con barreras por la noche, y sus alrededores son estrechamente controlados). El «inmovilismo social» (Richard Storry) dista mucho de ser perfecto. Los grandes daimyo –cuya riqueza se valora según la cosecha de arroz que producen sus tierras– y los samurai ven disminuir su poder financiero en provecho de los mercaderes, que forman, poco a poco, una clase de capitalistas emprendedores, banqueros de los poderes locales y de los grandes señores y, por ello, más temidos que respetados. En cuanto a los campesinos, agobiados de impuestos y de deudas, expoliados por los bandidos, se pasan la vida prosternándose ante los señores, los representantes de éstos, los funcionarios del poder central, etc., y sus condiciones de vida son precarias.

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