El siglo de las Luces y el nacimiento de la Enciclopedia

Una crisis de la identidad europea

El gusto por el movimiento sustituye poco a poco a los antiguos ideales de estabilidad y orden. Los viajes y las exploraciones revelan cada vez más la relatividad de las costumbres. El «buen salvaje», el musulmán o el chino, son presentados como más sabios y más virtuosos que los occidentales cristianos. El poderío político se desplaza de los países latinos a las potencias del Norte (Inglaterra, Holanda, Prusia), lo que confiere un nuevo valor a la heterodoxia y al anticonformismo. Los escritores y los filósofos arremeten contra las creencias tradicionales: la razón se convierte en la facultad dirigida por excelencia a destruir las supersticiones. Se ridiculizan los milagros, los adivinos y los brujos, mientras crecen el ateísmo y el deísmo. La mayoría de los pensadores, siguiendo al inglés Locke, desconfían de la metafisica y de lo abstracto y proponen la vuelta al espíritu hacia lo que está a su alcance, o sea, lo terreno, lo palpable. En el orden sociopolítico, el derecho natural reemplaza paulatinamente al derecho divino, la moral se laiciza y se separa del dogma. Se busca la obtención de la felicidad inmediata y, puesto que todas las ciencas progresan, se tiene la creencia de que esa felicidad puede llegar a obtenerse como consecuencia del desarrollo de las mismas.

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