El sistema solar (Tierra)
De la nebulosa protosolar al Sol Como todas las estrellas, el Sol se formó en una nube de gas y polvo interestelares. Esta nube, a la que podemos calificar de protosolar, estaba formada principalmente por átomos de hidrógeno y helio con cierta concentración de elementos más pesados como el hierro. La existencia de estos elementos pesados se explica por el hecho de que el Sol es una estrella denominada de segunda generación, es decir, formada cuando la mayor parte de las otras estrellas de nuestra galaxia se había constituido, liberando en el medio interestelar estos elementos más pesados (por ejemplo, debido a la explosión de una supernova). Esta nebulosa protosolar, al girar, se fue concentrando por efecto de su propia masa, engendrando un discoide gaseoso concentrado alrededor de un cuerpo central. Esta concentración gravitatoria estuvo acompañada de un calentamiento considerable de la nube (temperaturas de cerca de 10 millones de grados C), y las reacciones termonucleares de fusión del hidrógeno en helio comenzaron liberando enormes cantidades de energía. La nebulosa protosolar se había transformado en estrella: el Sol, que llegaría a ser el centro de un sistema planetario, del que actualmente forma parte la Tierra.
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