El Universo: desde las galaxias al infinito

La segunda etapa fundamental ha sido el descubrimiento hecho por Hubble, en 1929, del movimiento general de expansión del Universo para explicar el desplazamiento hacia el rojo de las rayas en los espectros de las galaxias. Este resultado de la observación venía a confirmar las predicciones teóricas de la relatividad general que, naturalmente, no eran compatibles con un Universo estático. La ley de Hubble indica que el desplazamiento hacia el rojo observado en el espectro es tanto mayor cuanto más lejana es la galaxia; esto significa que las galaxias se alejan unas de otras con una velocidad, a lo largo de la línea de mira, proporcional a su distancia. En especial, para nosotros, observadores situados en nuestra galaxia, todas las demás galaxias parecen huir de nosotros como si fuésemos el centro de la expansión, pero si nos trasladásemos a otra galaxia observaríamos el mismo efecto de huida, incluido el de nuestra Galaxia. Es decir, que nuestra Galaxia en el Universo, como nuestro Sol en la Galaxia, no desempeñan un papel central privilegiado. Al medir la velocidad de huida ha podido comprenderse que algunas galaxias muy lejanas se encontraban a una distancia de 6.000 millones de años-luz: nosotros recibimos, pues, en la actualidad, la luz emitida por esas galaxias en una época en que el sistema solar no se había formado aún. Así se comprende que la observación de los astros que presentan grandes desplazamientos hacia el rojo permite «remontarse» en el pasado del Universo. Este es, sobre todo, el caso de los quasares, que, descubiertos como emisores de radio con enormes desplazamientos hacia el rojo en 1963, se muestran, en realidad, muy excepcionales por su gigantesca luminosidad óptica, que los hace visibles aunque estén más alejados de nosotros que las galaxias más lejanas conocidas.