El viñedo: un cultivo de precisión

Suelos y climas particulares

La vid es una planta exigente y prefiere suelos ligeros, permeables y en pendiente. Es hostil, por tanto, a tierras húmedas que bloquean su fisiología y la marchitan. Los suelos profundos y ricos favorecen su desarrollo, pero lo hacen en detrimento de la calidad de las uvas y del vino. Por el contrario, si el suelo contiene elementos groseros que favorecen el arroyamiento de las aguas de lluvia y detienen la erosión, se recalentará fácilmente y constituirá, por tanto, un terreno ideal para su cultivo. La composición química del suelo y la naturaleza del subsuelo influyen en la calidad de los vinos y en sus características. Se considera que los suelos calcáreas dan más grado de alcohol, mientras que las tierras de origen granítico confieren ligereza y un bouquet más fino. Las tierras arcillosas o margosas son más idóneas para la producción de vinos blancos. La vid necesita calor y luz; esto explica su predilección por los climas de tipo mediterráneo. Teme tanto a los grandes fríos como a la excesiva humedad, lo que la hace alejarse de las regiones continentales y de los climas tropicales o demasiado oceánicos. La vid se halla limitada, por lo general, a una zona situada entre los 30 y los 45° de latitud Norte o Sur, aunque se dan cultivos más septentrionales de viñas en laderas muy soleadas. En este caso es imposible disociar la naturaleza del suelo y el microclima.

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