Historias del sol

Historias del sol de Hans Christian Andersen -¡Ahora voy a contar yo! -dijo el Viento. -No, perdone -replicó la Lluvia-. Bastante tiempo ha pasado usted en la esquina de la calle, aullando con todas sus fuerzas. -¿Éstas son las gracias -protestó el Viento- que me da por haber vuelto en su obsequio varios paraguas, y aún haberlos roto, cuando la gente nada quería con usted? -Tengamos la fiesta en paz -intervino el Sol-. Contaré yo. Y lo dijo con tal brillo y tanta majestad, que el Viento se echó cuan largo era. La Lluvia, sacudiéndolo, le dijo: -¿Vamos a tolerar esto? Siempre se mete donde no lo llaman el señor Sol. No lo escucharemos. Sus historias no valen un comino. Y el Sol se puso a contar: -Volaba un cisne por encima del mar encrespado; sus plumas relucían como oro; una de ellas cayó en un gran barco mercante que navegaba con todas las velas desplegadas. La pluma fue a posarse en el cabello ensortijado del joven que cuidaba de las mercancías, el sobrecargo,...

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