La luna, satélite natural de la Tierra

Las vicisitudes del calendario lunar

Para medir tiempos inferiores a un día, el hombre ha dispuesto de un reloj natural: la rotación de la Tierra sobre sí misma. Para los tiempos más largos, la Luna, con sus fases periódicas, se ha impuesto de un modo natural y ha servido para definir el mes. Pero el intervalo de tiempo que transcurre entre dos Lunas nuevas consecutivas no es igual a un número de días enteros: es de 29,53 días. Y no hay razón alguna para que sea de otro modo, porque la rotación de la Tierra sobre sí misma, que define el día, y la traslación de la Luna alrededor de la Tierra son dos movimientos que no tienen entre sí relación alguna. Pero los calendarios lunares cuentan, evidentemente, un número redondo de días entre dos lunaciones sucesivas. A pesar de la utilización de meses, alternativamente compuestos de 29 y de 30 días, en especial por parte de los babilonios, los calendarios lunares se desplazan respecto a las estaciones. De un año a otro, las estaciones no se encuentran en las mismas fechas. En efecto, las estaciones son consecuencia del movimiento de la Tierra alrededor del Sol, y no hay razón alguna para que ese movimiento sea conmensurable con el de la Luna alrededor de la Tierra.

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