La vida social: todos los sistemas son buenos

La vida solitaria

La vida solitaria procede, sin duda, de una tendencia especial al estado salvaje, independiente de cualquier determinación externa imperiosa: alimento o medio. En la mayoría de los casos se trata no sólo de una falta de atracción hacia los congéneres, sino de una repulsión que puede llegar a la fobia y a la agresión de quienes perturban esta soledad. Los grillos campestres, por ejemplo, limpian una minúscula zona alrededor de su madriguera y prohíben el acceso a sus congéneres. Antes se creía que la competencia por el alimento hacía que cada individuo defendiera tenazmente su soledad, su territorio, pero los herbívoros, que tienen a su disposición reservas alimenticias infinitas en la sabana o en la pradera, tienden a vivir aislados. Da la impresión, pues, de que la vida solitaria es un instinto primario, igual que el sexual.

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