Las aventuras de Tom Sawyer: XXIV

Una vez más volvía Tom a ser un héroe ilustre, mimado de los viejos, envidiado de los jóvenes. Hasta recibió su nombre la inmortalidad de la letra de imprenta, pues el periódico de la localidad magnificó su hazaña. Había quien auguraba que llegaría a ser Presidente si se libraba de que lo ahorcasen. Como sucede siempre, el mundo, tornadizo e ilógico, estrujó a Muff Potter contra su pecho y lo halagó y festejó con la misma prodigalidad con que antes lo había maltratado. Pero tal conducta es, al fin y al cabo, digna de elogio; no hay, por consiguiente, que meterse a poner faltas. Aquellos fueron días de esplendor y ventura para Tom; pero las noches eran intervalos de horror; Joe el Indio turbaba todos sus sueños, y siempre con algo de fatídico en su mirada. No había tentación que le hiciera asomar la nariz fuera de casa en cuanto oscurecía. El pobre Huck estaba en el mismo predicamento de angustia y pánico, pues Tom había contado todo al abogado la noche antes del...

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