Los frescos románicos: imágenes del fervor

Las múltiples fuentes de inspiración

Durante los siete siglos que separan la liberación de la Iglesia del alba del arte románico, fueron muchos los centros artísticos que se constituyeron y que se dispersarían antes de desaparecer. En ese momento, Europa realiza una fusión de restos de la civilización antigua, de vestigios de las culturas bárbaras y de aportaciones del mundo oriental. La actividad del comercio alrededor del Mediterráneo, los intercambios marítimos con el Norte, las peregrinaciones a tierras lejanas, las caravanas y las cruzadas en dilección a Asia o a Africa, contribuyen al universalismo del arte medieval. Así se esparcen el humanismo antiguo y sus derivados paleocristianos, el lujo y el formalismo bizantinos, el gusto del encabalgamiento lineal y de la estilización de los mundos bárbaros, sin olvidar las fantasmagorías orientales y la aportación decorativa musulmana; todo ello converge en el crisol románico. Pero la Edad Media es doble: sedentaria y nómada. Aunque es europea, se define al mismo tiempo como provincial, localista. La ciudad, el terruño, el estado feudal, la gran abadía constituyen otras tantas entidades con personalidad propia.

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