A comienzos del s. XVII, un fabricante de lentes holandés, cuyo nombre no se ha conservado, descubrió, casualmente, que, mirando a través de un tubo que encerrase dos lentes (trozos de vidrio tallado), veía los objetos lejanos como si estuviesen próximos. Al conocer la noticia, Galileo, en Italia, se apresuró a construir sus propias lentes de aproximación, a fin de utilizarlas para la observación de los astros. Y él fue el primero, hacia 1610, en mirar al cielo a través de una lente; su instrumento no estaba equipado más que por una modesta lente de 2,5 cm de diámetro. El astrónomo descubrió entonces una multitud de estrellas, imperceptibles a simple vista; comprobó también que las estrellas visibles a simple vista parecían mucho más brillantes a través de la lente; y, por último, que los planetas tenían forma de discos, en los que descubrió detalles, mientras que las estrellas seguían siendo puntos brillantes.
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