La agricultura nació entre los pueblos del Próximo Oriente, influyendo de forma decisiva en la aparición de las ciudades. Allí se practicaba la ganadería y la agricultura de regadío. Para remover el suelo se empleaban palos sencillos y azadones y, posteriormente, el arado de madera, precursor del romano. A su vez, algunos pueblos del sudoeste de los actuales Estados Unidos aclimataron, desde unos 8.000 años a. C., determinadas plantas salvajes: maíz, judías, calabazas. En otras regiones, determinados fenómenos locales permitieron el desarrollo de una agricultura sedentaria o intensiva; así, a lo largo del Nilo, desde la más remota antigüedad (años 8.000 a 5.000 a. C.), se cultivaba el trigo, la cebada, las frutas, la vid. Los campesinos ponían en cultivo las tierras del valle y del delta, drenando las zonas pantanosas e irrigando las más secas; cada año, la crecida del Nilo inundaba una franja de terreno de algunos kilómetros de anchura, a lo largo de casi 2.000 Km. Al retirarse las aguas, el limo fertilizaba el suelo como un abono.
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