La protección del vestido se extiende a los órganos sexuales, cuya evidencia debe disimular, pero, al hacer esto con la excusa del pudor, está favoreciendo, en realidad, un erotismo estimulado por el misterio. Al ser tanto un ornamento como el medio imaginado por el hombre para modificar su aspecto físico, el vestido se asemeja, bajo una forma mucho más compleja, al aderezo nupcial con que la naturaleza dota a algunos animales. Distingue, pues, a las mujeres de los hombres, siendo abierto para las primeras y cerrado para los segundos, aunque la adopción de las mallas y el pantalón por parte de las mujeres haya venido a trastornar el orden establecido.
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